domingo, 14 de marzo de 2010

Mujeres...


Ser mujer no es fácil, dejando a un lado los inconvenientes físicos (debilidad, menstruación, perdida de calcio durante los embarazos, partos…) y los abusos que a diario sufren y han sufridos mujeres por tradición, cultura, religión o maldad, podríamos asegurar que ser mujer no es todo lo fácil y lo bonito que te hacen ver en un anuncio de compresas.


Si en este mundo naces mujer, con mucha suerte te llevaras media vida preparándote, estudiando al máximo para acceder a un mediocre puesto de trabajo, del cual te despedirán cuando decidas que no quieres seguir renunciando a la maternidad. La otra posibilidad con la que con suerte te puedes encontrar es dejarte la vida trabajando, cobrando un 30% menos que un hombre y cuando llegues a casa tener que seguir trabajando en el cuidado del hogar, hijos y tus ancianos o enfermos. Comienzo a planteare si no era más justo cuando la mujer sólo se ocupaba del hogar.


Hemos podido conseguir el voto, hemos podido quemar sujetadores, conseguir que nos acepten como parte activa de la sociedad, romper las cadenas y los permisos de nuestros padres y maridos… pero a la hora de la verdad seguimos sufriendo discriminación laborar, sobreexplotación, acoso…por no mencionar el rígido corcel de la belleza y la delgadez a la que estamos sometidas. El otro día ojeaba la revista “Cosmopolitan” todos los anuncios que aparecían era de perfumes, relojes, barras de labios y laca de uñas…más tarde ojee una revista del corazón (cuyo público es esencialmente femenino) la publicidad con la que contaba la revista eran dos anuncios de “Hipercor”, tres de productos adelgazantes, y uno de la “Revista el mueble”. ¿Es eso lo que esperan de nosotras?; ¿Es eso lo que significamos para nuestra sociedad?


La ama de casa con hijos adultos, la aldeana que da a luz en el suelo de su cabaña a su séptimo hijo, la adolescente que busca ser sexy sin parecer puta, la bebe que llora mientras le practica una ablación, la mulata que enseña sus pechos en Internet, la ucraniana que se despide de sus hijos y se monta en un autobús con destino incierto, la chica de 12 años que mira con deseo un escaparate de dulces, la prostituta que cierra sus ojos mientras gozan en su interior, la asustada que se somete a un aborto, la abogada que mira con envidia y ternura a las madres en el parque, la licenciada que renuncia sus conocimientos por el calor de un hogar, la difunta que ya no llorara más golpes. No es fácil ser mujer en un mundo en manos de los hombres. No es fácil destruir a puñetazos los muros construidos por los hombres, y hacerlo sin estropearte la manicura. Estamos asistiendo a la liberalización de la mujer. Una liberalización mal o bien entendida, pero indiscutiblemente incompleta.

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